Recursos medioambientales

Blog de Santiago Domínguez Martín

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domingo, 30 de junio de 2013

Toxinas en el bosque de ribera

En el estrato herbáceo de los bosques de ribera, como las alisedas a orillas del Tormes, es muy común en esta época del año la presencia de dos especies vegetales: el nabo del diablo (Oenanthe crocata) y la dulcamara (Solanum dulcamara). Ambas especies poseen una característica común, su toxicidad.
El nabo del diablo es una planta de la familia de las umbelíferas que posee un principio activo, la enantotoxina, que causa graves consecuencias en el sistema nervioso de los animales. El ganado por ello evita su ingesta en los pastizales cercanos a los cursos de agua. Los efectos de esta toxina son muy similares a los de la letal estricnina que tan nefastas consecuencias ha tenido para la fauna al ser utilizado como veneno tradicionalmente por los “alimañeros”.


 Nabo del diablo

La dulcamara es una planta de la misma familia que el tomate pero con los frutos y las hojas tóxicas para muchos animales, entre ellos el ser humano. Su toxina es la solanina.

 Dulcamara

A pesar de su toxicidad en humanos ha sido utilizada de forma tradicional en dosis bajas para curar problemas cutáneos. Muchas aves frugívoras son capaces de alimentarse de las bayas de plantas tóxicas como la dulcamara sin que ello les afecte. La estrategia de aves como el zorzal común es no superar nunca la dosis letal de ingesta de ninguna toxina, adaptando su metabolismo a las pequeñas concentraciones. Para ello se alimentan de frutos de varias especies vegetales (cada una con una toxina diferente) sin abusar en el consumo de ninguna.

 zorzal común

Podríamos pensar que la presencia de plantas tóxicas en nuestros bosques es algo negativo. No tenemos que interpretarlo más que como una estrategia ecológica más de las plantas fruto de la evolución, para así defenderse de sus depredadores. Pero la respuesta en la conducta alimenticia de muchas aves, ante tales defensas vegetales, es cuanto más sorprendente. La relación ecológica es aun más compleja si añadimos que los pájaros que se alimentan de las bayas en realidad están favoreciendo la dispersión de las semillas de las plantas tóxicas. 
La presencia de gran diversidad de especies de plantas, sean tóxicas o no,  en el bosque de ribera tiene por lo tanto mucha importancia en la buena salud ecológica de estas formaciones vegetales.

miércoles, 19 de junio de 2013

Tarabilla común (Saxicola torquatus)


El hábitat natural de la tarabilla común son zonas con hierbas altas y arbustos dispersos como zarzas, rosales silvestres y sauces. Pero también hace acto de presencia en ambientes humanizados como huertas y plantaciones frutícolas. Este macho de tarabilla común por ejemplo utiliza como posadero un poste en el lindero de una huerta.








Tras realizar un sucinto inventario de vegetación  en un pequeño área dónde es frecuente observar una pareja de tarabilla común cebando a sus polluelos, hemos podido detectar la presencia de ejemplares de las siguientes especies vegetales: Rubus ulmifolius, Rosa canina, Rosa corymbifera, Tamus communis , Humulus lupulus, Typha x provincialis,  Salix salviifolia y Rumex conglomeratus entre otras.
El área de observación está próxima a una zona de huertas donde es muy frecuente ver a la tarabilla común capturando presas para alimentar a sus polluelos ocultos entre la vegetación cercana.
El mantenimiento cerca de las huertas (en linderos, eriales, etc) de  una vegetación constituida por especies como las mencionadas anteriormente, de manera que conformen setos o pequeños rodales, cumple un papel beneficioso para la buena salud de los cultivos. Como se ha podido comprobar esta vegetación sirve de refugio y cría para especies insectívoras como la tarabilla común. Al alimentarse de insectos las tarabillas son un excelente aliado para la lucha contra plagas, manteniendo a raya las poblaciones de insectos perjudiciales para el horticultor.

viernes, 14 de junio de 2013

Arrendajo (Garrulus glandarius)

En la regeneración de los bosques esclerófilos, como es el caso de muchos encinares salmantinos, hay un actor silencioso, el arrendajo. El arrendajo o gallo de monte es un ave bastante común en toda Europa. En la Península Ibérica queda relegado a las zonas eminentemente forestales, sobre todo los bosques esclerófilos de encinas, alcornoques, quejigos y robles. 
En Salamanca está presente en formaciones de quercíneas como los melojares, quejigales, orlas de encinares y en las dehesas. Pero es posible observarles también en ecotonos próximos a los ecosistemas ribereños en bosques de ribera caducifolios.

 
Durante los procesos de restauración de bosques de ribera se está observando en muchas ocasiones que al realizar las tareas de desbroce selectivo de la vegetación alóctona (chopo canadiense principalmente), entre rosales silvestres, zarzas, espinos, fresnos, sauces y alisos están surgiendo de forma espontánea gran cantidad de plantones de encina. Localizar tantos pies espontáneos de encina hace suponer que existe un aliado en la recuperación de la vegetación autóctona. Este aliado está ayudando a la repoblación trayendo bellotas desde los encinares que distan varios kilómetros y enterrándolas en estas nuevas áreas. La presencia durante varias semanas de una  pareja de arrendajos frecuentando una zona cercana a la ribera del Tormes recientemente restaurada confirma nuestra suposición.






La relación ecológica entre el arrendajo y la encina es digna de mención saliendo ambas especies beneficiadas en cierto modo. Los arrendajos suelen almacenar gran cantidad de bellotas durante el otoño, enterrándolas de forma dispersa cerca de la superficie, para alimentarse de ellas en épocas de mayor escasez. Lo que sucede es que no suelen recordar dónde han enterrado todas y cada una. Hay un porcentaje de ellas que son olvidadas, muchas germinan, dándo así lugar a nuevos pies de encinas, robles, quejigos o alcornoques. El arrendajo sin querer es uno de los principales repobladores de nuevos encinares contribuyendo a la expansión de estos bosques autóctonos tan característicos de Salamanca. Respetar y conservar al arrendajo es respetar y conservar los encinares.

lunes, 3 de junio de 2013

Campos de amapolas

Debido al uso generalizado de herbicidas en la agricultura convencional los campos de amapolas (Papaver  rhoeas) entre los cultivos de secano se han visto reducidos drásticamente. Como hemos podido observar muchos de los aficionados a la naturaleza que frecuentamos las campiñas salmantinas cada vez son menores las superficies colonizadas por esta planta. No obstante aún existen agricultores que no utilizan herbicidas y nos dan la oportunidad de disfrutar de estos paisajes que parecen que han sido sacados de otros tiempos.









La amapola ha sido una planta acompañante de los cultivos desde los origenes de la agricultura, pero al considerarse por muchos agricultores como una mala hierba, es combatida con el uso de productos fitosanitarios desde el último cuarto de siglo XX. Pero las amapolas son plantas comestibles utilizadas en algunas zonas en la gastronomía popular. Por ejemplo sus semillas son frecuentemente utilizadas en repostería, y los pétalos han sido utilizados en la medicina tradicional.



La práctica del uso de herbicidas, cada vez más generalizada en la agricultura convencional,  no sólo elimina plantas como las amapolas sino también otras plantas arvenses como la correhuela (Convolvuris arvensis) o el Altramuz (Lupinus angustifolius).

 correhuela (Convolvuris arvensis)


 Altramuz (Lupinus angustifolius)

 Las plantas arvenses cumplen una labor fundamental en los linderos al servir de refugio a muchas especies de fauna que pueden beneficiar al agricultor en la lucha contra plagas (reptiles, aves insectívoras, etc).
Además las propias plantas arvenses en sí mismas pueden dar un beneficio. Por ejemplo la correhuela puede hacer la función de cultivo trampa ya que la oruga de la mariposa de la correhuela (Agrius convolvuli) se centrará en las plantas de correhuela y no dañará los cultivos. Otro ejemplo es el Altramuz, ésta planta al ser una leguminosa va a favorecer la fijación de nitrógeno en el suelo reduciendo la necesidad de aplicación de abonos nitrogenados en los cultivos.
Luego utilizar herbicidas puede conllevar consecuencias no siempre positivas para el agricultor.
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