El nabo del diablo es una planta
de la familia de las umbelíferas que posee un principio activo, la
enantotoxina, que causa graves consecuencias en el sistema nervioso de los
animales. El ganado por ello evita su ingesta en los pastizales cercanos a los
cursos de agua. Los efectos de esta toxina son
muy similares a los de la letal estricnina que tan nefastas consecuencias ha
tenido para la fauna al ser utilizado como veneno tradicionalmente por los
“alimañeros”.
Nabo del diablo
La dulcamara es una planta de la
misma familia que el tomate pero con los frutos y las hojas tóxicas para muchos
animales, entre ellos el ser humano. Su toxina es la solanina.
Dulcamara
A pesar de su toxicidad en humanos ha sido
utilizada de forma tradicional en dosis bajas para curar problemas cutáneos.
Muchas aves frugívoras son capaces de alimentarse de las bayas de plantas
tóxicas como la dulcamara sin que ello les afecte. La estrategia de aves como
el zorzal común es no superar nunca la dosis letal de ingesta de ninguna toxina,
adaptando su metabolismo a las pequeñas concentraciones. Para ello se alimentan
de frutos de varias especies vegetales (cada una con una toxina diferente) sin
abusar en el consumo de ninguna.
zorzal común
Podríamos pensar que la presencia
de plantas tóxicas en nuestros bosques es algo negativo. No tenemos que
interpretarlo más que como una estrategia ecológica más de las plantas fruto de
la evolución, para así defenderse de sus depredadores. Pero la respuesta en la
conducta alimenticia de muchas aves, ante tales defensas vegetales, es cuanto
más sorprendente. La relación ecológica es aun más compleja si añadimos que los
pájaros que se alimentan de las bayas en realidad están favoreciendo la
dispersión de las semillas de las plantas tóxicas.
La presencia de gran diversidad
de especies de plantas, sean tóxicas o no,
en el bosque de ribera tiene por lo tanto mucha importancia en la buena
salud ecológica de estas formaciones vegetales.