En los últimos años ha habido un resurgimiento de los huertos. Tanto en el ámbito urbano como en el rural existe un interés creciente en adquirir un espacio donde desarrollar actividades de producción hortícola a pequeña escala. Los huertos compartidos, los minihuertos urbanos o el aprovechamiento de espacios municipales en desuso como solares para huertos de ocio, son algunas de las iniciativas que han surgido en muchos lugares de la geografía española. Quizás uno de los usos más consolidados desde hace más tiempo y que ahora está sufriendo un fuerte repunte son los huertos municipales en las zonas periurbanas. Son espacios que están cobrando una gran importancia desde diversos puntos de vista: económico, cultural, intergeneracional y por supuesto para la mejora del medio ambiente. El beneficio económico se hace patente al ser un importante apoyo para la economía familiar por producir verduras y frutas de forma barata y sencilla, y evidentemente de una forma más sostenible al ser un producto de proximidad. El hecho de dar un uso a una zona antes abandonada mejora el entorno desde un punto de vista ecológico y paisajístico.
Los huertos municipales en muchos de nuestros pueblos surgieron como huertos para la manutención y como apoyo a la economía familiar de subsistencia. Con el tiempo y los cambios socioeconómicos a lo largo del siglo XX esos huertos pasaron a cumplir papeles diferentes. Ya no eran tantas las necesidades y surgieron los usos de huertos de ocio muchas veces ocupados por personas jubiladas o con tiempo libre disponible para el mantenimiento del huerto. La educación ambiental ha sido otro de los nuevos usos que han tomado algunos huertos municipales. Son recursos muy útiles en proyectos educativos con niños, discapacitados, personas mayores, a la vez que se ponen en valor parcelas ya abandonadas. El trabajo de la tierra con actividades participativas y de integración permite afianzar el sentimiento de identidad con el lugar dónde se vive y valorar la riqueza natural del entorno.
La actual coyuntura económica que se está pasando ha incrementado el interés por adquirir huertos como medio de obtención de alimentos. La mayor disponibilidad de tiempo de las personas en situación de desempleo anima a muchas, la mayoría de ellas jóvenes, a solicitar huertos de ocio o huertos familiares municipales en aquellos pueblos que disponen de parcelas. Pero el sesgo generacional acaecido ha cortado el flujo de conocimientos de los tratamientos culturales más apropiados para un huerto. Muchos de los nuevos jóvenes horticultores carecen de la información necesaria, recurriendo para el diseño y cultivo de su huerto a los consejos de la agricultura convencional que abusa de los tratamientos poco respetuosos con el medio. A pesar de ello existen otras corrientes más ecológicas que poco a poco se van adoptando. Grupos en redes sociales, foros en internet, sirven para conocer técnicas más ecológicas pero la formación por parte de personal cualificado in situ, el ejemplo y la transmisión oral de los valores tradicionales son muy necesarias.
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