Cuando nos encontramos en el medio natural con una gran concentración de anátidas resulta verdaderamente complicado diferenciar las especies que se presentan al otro lado de nuestros prismáticos. La variedad de plumajes, el dimorfismo sexual, las fases de eclipse... hacen que el observador inexperto acabe simplificando y termine por denominar a todo lo que ve nadando en el agua como un "pato" sin más. A veces incluso el birdwatcher novel mete en el mismo bombo a ánades, porrones, somormujos, zampullines, fochas y gallinetas, llamando "pato raro" a lo que no es capaz de identificar con claridad.
Ánade rabudo en Alba de Tormes.
No es para menos. La identificación de especies como las anátidas requiere un profundo estudio previo en gabinete, destreza en el medio natural, y muchas, muchas horas de observación. Así, y sólo así, iremos controlando poco a poco la materia.
Cuando se organizan actividades para el gran público, y tenemos la oportunidad de observar estas grandes concentraciones de aves en algún lugar del recorrido, lo mejor es que el grupo vaya acompañado de un buen guía que ayude, si no a ser un experto en aves, sí a experimentar una vivencia que haga de la visita algo que nunca se olvide. La clave debe estar en interpretar los factores diferenciadores y conectarlos con otros presentes en ese hábitat. Es decir, no quedándose en si el "pato" es de un color o de otro, sino en reflexionar por qué están ahí, si siempre están o es algo excepcional, por qué el pico es de esa forma y no de otra, o si es capaz de volar o no, y por qué.
Guías ornitólogos expertos caen en los tecnicismos y restan de emoción al momento. Otros aún siendo muy doctos, delante de la audiencia, caen en la desmotivación y acaban llamando al lugar "un charco lleno de patos".
Todo es importante: el paisaje, la vegetación de las orillas, la red trófica, las relaciones ecológicas que puedan existir, etc, son recursos interpretables que no debemos dejar pasar por alto.
Pero toda la información que podamos analizar no sólo es útil para la interpretación. Para cualquier proyecto de restauración ambiental o de conservación de los hábitats también debemos considerar la presencia o ausencia de especies de anátidas a lo largo del tiempo, así como la presencia de otros indicadores ambientales que ayudan a controlar si la protección de los recursos naturales que se está aplicando es eficaz.
Ya hemos tratado en algunas entradas de este blog la identificación de anátidas en esta zona de confluencia del río Tormes con el Camino Natural-Vía Verde de la Plata. Como el Ánade azulón (Anas platyrhinchos), posiblemente el más común y reconocible, o el Cuchara común (Anas clypeata). Otros como el Ánade friso (Anas strepera) son frecuentes también en esta zona sobre todo durante el invierno.
Recientemente hemos observado la presencia de varios ánades rabudos (Anas acuta) como el mostrado en la imagen del inicio. Ejemplares que, en esta época, posiblemente estén de paso hacia tierras del sur peninsular o del norte de África.
Pareja de Ánade azulón en Alba de Tormes
Pareja de Cuchara Común en Alba de Tormes
Pareja de Ánades frisos en Alba de Tormes