La idea de afrontar una publicación de estas características surgió a partir de diferentes experiencias acaecidas dentro del ámbito de trabajo de proyectos de Gestión Ambiental de equipamientos situados en el medio natural y destinados a la educación ambiental y el uso público recreativo a escala local.
Una de las experiencias que acontece de manera reiterada es la presencia constante de residuos. Residuos arrojados en el medio natural que, por su tipologia, indican que están siendo depositados allí por determinados grupos de usuarios del espacio. Residuos desde envases de alimentos y bebidas, hasta excrementos de perro, pasando por cámaras de rueda de bicicleta, etc.
Como un actor social más dentro del espacio compartido, lo primero que me pregunto es qué sentido tiene deteriorar de esta manera el entorno natural del que a la vez se pretende disfrutar como usuario. Las respuestas por parte de los que nos topabamos a diario con un residuo se está convirtiendo en un tópico :''¡Hay qué ver, como es la gente! '', '' ¡la gente no tiene educación! '','' ¡qué guarra es la gente! ''. Lo que esta claro es que este problema de los residuos sería fácil de resolver si cada uno de los usuarios del espacio no los arrojara y se los llevara de vuelta, pero la "gente" no lo hace y prefiere abandonarlos en el lugar donde está, quizás a la vez que reclama papeleras o contenedores justo en ese punto como escusa a su conducta. Cada vez me choca más que se reclamen papeleras y/o contenedores en los espacios naturales.Los residuos son solo un ejemplo de incivismo más junto con otras experiencias como: la presencia de grafitis, daños en la vegetación , vandalismo, etc.
También son frecuentes los comentarios críticos de algunos usuarios acerca del modo de intervención de los gestores del espacio sobre los recursos naturales, la presencia en algunos puntos de determinados elementos de vegetación y fauna, la convivencia entre los diferentes tipos de usuarios o de como se debe compartir el espacio, comentarios algunos de ellos seguro bienintencionados, pero que denotan desinformación y posturas ausentes de empatía respecto a otros actores sociales, a la vez que poco respeto al patrimonio natural presente. Muchos de estos usuarios serían potenciales destinatarios de programas de sensibilización ambiental tan necesaria, por ejemplo.
Detrás de todo parece que hay un trasfondo complejo de carácter antropológico que se me escapa un poco a mi entendimiento. Quizás porque provengo de una formacion de base con pocas Humanidades. Echo de menos alguna asignatura de este ámbito cuando estudié porque afrontar situaciones así para alcanzar las metas de la educación ambiental en estos espacios va a requerir soluciones complejas que tendrán que dar la vuelta a todo, remover conciencias y cambiar creencias. Primero habrá que tratar de entender por qué está sucediendo todo esto. Luego ya vendrá el trabajo de fijar destinatarios y objetivos. Y después intentar lograrlos con innovadoras metodologías en el campo de la sensibilización ambiental, que desde luego deberán ir más allá que simples talleres o actividades ambientales.
Para entenderlo mejor, sin quedarnos en la superficialidad y el tópico, llevo un tiempo buscando respuestas en mis lecturas y escuchando a la gente. En ese quehacer, escuché una noticia en la televisión de un bar mientras disfrutaba de un café; al finalizar un partido del mundial de Rusia 2018 entre las selecciones de Senegal y Japón los aficionados de ambos equipos limpiaron los residuos que habían dejado en las gradas durante el encuentro . Todo el mundo en el bar se frotaba los ojos mientras veía esas imágenes. ¿Qué hacían? ¿Por qué limpian si ya han pagado su entrada? ¿A ver qué van a limpiar ahora los barrenderos rusos? Se preguntaba la gente. Pero ¿Por qué surgieron en ese estadio de fútbol conductas de este tipo?. Para los españoles fue una noticia de impacto que ocupó minutos de oro en telediarios.¿Por qué esto no sucede en nuestros espacios públicos?
Ascensión Barañano, antropóloga de la Universidad Complutense, comentó en una entrevista que "este tipo de hechos, como el sucedido en el mundial, no pasa en nuestra sociedad porque existe de forma generalizada cierto desprecio a lo público tratándose como si fuera de otros y no de nosotros. Se privatiza el consumo de los espacios públicos pero se externaliza su mantenimiento". Decía en aquella entrevista radiofónica que "ello se debe a la falta de Conciencia y de Educación, y que se trata de un modelo humano construido y fomentado en nuestra sociedad desde hace años. Se insta a que al consumidor todo le pertenece porque para eso ha pagado, en este caso la entrada, o en otros casos sus impuestos. Se ha fomentado por parte del sistema un sentido de apropiación de los bienes (muchos de ellos recursos naturales) y de la ausencia de compartir, muy relacionado con el concepto de propiedad privada e incluso de depredación".
Planteaba Barañano como solución en primer lugar denunciar todas las conductas incívicas e impulsar una conciencia crítica a través de los canales educativos. Respecto a este último aspecto hay personas que llevamos trabajando ya desde hace tiempo.
Siguiendo ese hilo y consultando una de sus últimas publicaciones (Barañano A. et al 2007) he podido extraer una serie de ideas que pueden ser de utilidad para entender el problema en muchos espacios y que las relaciono directamente con las experiencias vividas en aquellos de mi ámbito de trabajo.
A inicios de los años 80 del siglo XX comenzaron a surgir propuestas, por parte sobretodo de las instituciones locales y diputaciones, de "poner en valor" espacios comunales o recuperar patrimonio natural para el uso comunitario. Estas propuestas en realidad lo que tratan es de reorganizar el uso de esos espacios para la sociedad contemporánea modernizada tras la pérdida de sus antiguos usos y/o aprovechamientos tradicionales (vías pecuarias, trochas, caminos, pastos, huertas, usos industriales, mineros, ferroviarios, etc) del espacio.
Por otra parte el liberalismo imperante e individualista de influencia anglosajona ha sido un modelo construido y fomentado desde hace años en todas las sociedades occidentales en general tras la llegada de la modernidad.
Existe, por lo tanto, cierta contraposición entre el fomento de los espacios comunitarios por parte de algunas instituciones y la predisposición social al consumo y al individualismo. La modernidad y el excesivo individualismo que implica el sistema económico dificulta la alternativa de compartir esos espacios que se "ponen en valor" desde algunas instituciones.
Esa tendencia a la "puesta en valor" y al uso comunitario del espacio no pretende de ningún modo recuperar realmente los usos pasados de ese espacio (aunque algunos sí lo hacen de manera testimonial). En el mejor de los casos buscan la transmisión de una serie de valores tradicionales (cultura popular, patrimonio natural, etc) por medio de diferentes actividades y experiencias. En otros casos la finalidad simplona es esclusivamente aumentar la oferta deportiva y de ocio local. Está también la opción integradora que compatibiliza conservación y transmisión de valores patrimoniales, culturales y naturales, junto con el ocio y el deporte. Los casos más pobres en cuanto a '' puesta en valor'' se refiere son los que transforman el espacio, dotado ya de suficientes valores tradicionales, naturales y culturales, con obras de urbanismo u obras de arte descontextualizadas de la llamada alta cultura.
La transmisión de valores tradicionales y naturales debe ser una premisa en toda puesta en valor de un espacio. Los únicos actores sociales del espacio capaces de transmitir los valores tradicionales de cultura popular y patrimonio natural hoy en día son las familias, asociaciones o instituciones que aún los practiquen de algún modo, aún cuando no exista una pura rentabilidad económica en el aprovechamiento del espacio. Ellos serían los que podrían aportar más a la gestión de esos espacios para que se siguieran conservando dichos valores ya que son los únicos actores que tienen los conocimientos. Una relación estrecha entre las instituciones y estos actores es fundamental para la buena gestión de los valores del espacio ya que los conocen bien. Lo restante a realizar en la gestión del espacio sería trabajar en compatibilizar con ello los diferentes usos que se quieran dar, ya sean actividades recreativas, de ocio o deportivas, lo cual no siempre es fácil.
En los espacios públicos de uso compartido de un territorio (ámbito local) existe la interacción de diferentes miembros de una comunidad de personas (habitantes locales, usuarios locales, usuarios visitantes etc). Este tipo de relaciones comunitarias son complejas debido a que existe una enorme influencia del excesivo individualismo y búsqueda de beneficios personalizados (no necesariamente económicos) sin tener en cuenta al resto del colectivo o a los valores del espacio.
Aunque el contexto social no es muy favorable actualmente, sin embargo, se siguen creando espacios de uso público como alternativa de '' puesta en valor''del patrimonio cultural y natural . Para poderlo llevar a cabo las instituciones locales en muchos casos actúan como promotoras y controladoras de los usos del espacio centrándose en la reconversión inicial y en la creación de un ordenamiento y regulación normativa cuya aplicación práctica resulta complicada sin la suficiente inversión en medios de control y vigilancia durante la fase de funcionamiento. Lo ideal sería que la propia comunidad de actores en el espacio contribuyera a la ordenación y regulación de usos con beneficios mutuos (no necesariamente sólo económicos) y las instituciones se mantuvieran como ente fiscalizador y de control. No obstante, siempre será necesaria una normativa en cuya elaboración participen todos. Está claro que al final hace falta un orden social compartido que a la vez que respete la autonomía individual, garantice la conservación y transmisión de los valores patrimoniales y naturales del espacio así como la compatibilidad de usos.
Hay quien pueda pensar que el uso compartido de espacios naturales es una idea romántica de algunas personas del ámbito no rural (urbanitas con anhelos de vuelta al campo y no tienen cómo) pero la verdad es que la mayoría de las iniciativas de creación de estos espacios están surgiendo desde el entorno exclusivamente rural precisamente con la intención de atraer visitantes (buscando también un beneficio económico en ello para las comunidades del entorno local).
Estas iniciativas de "Poner en Valor" espacios comunitarios tiene también sus riesgos ya que pueden disfrazar un nuevo autoritarismo y caciquismo rural por parte de algunos dirigentes locales que no comprenden demasiado (o sí) el sentido comunitario de estos espacios con patrimonio cultural y natural. Así se mal utilizan algunos espacios siguiendo modelos demasiado mercantilistas, impactantes e individualistas, alejados de los objetivos como lugares comunitarios para el reservorio de recursos y trasmisión de valores tradicionales para los que originalmente se piensan. Esto no quiere decir que no se puedan instalar iniciativas privadas respetuosas que hagan uso de estos espacios con legítimas intenciones de rentabilidad económica, pero deben hacerlo como un actor más dentro de la comunidad del espacio y respetando como uno más el ordenamiento comúnmente establecido de conservación y transmisión de valores culturales y naturales. Que surjan iniciativas emprendedoras de estas características es positivo para el desarrollo local y la viabilidad de estos espacios. Lo que sucede es que para que eso pueda llevarse a cabo tiene que existir una garantía que permita su asentamiento en esa comunidad, y que se lo puede proporcionar el ordenamiento y regulación común consensuada y respetada por todos los actores del espacio, así como el control en un segundo plano de las instituciones.
Un modelo de gestión global de usos compatibles en el espacio, que sea a la vez responsable, sensible y respetuoso con los valores culturales, históricos y naturales parece el más adecuado. Un modelo donde se combine la libertad individual con la cultura de compartir unos valores comunes conservados y transmitidos en el espacio.
La dificultad en su gestión es mayor cuanto mayor es la multifuncionalidad que se quiera compatibilizar en el espacio ya que ahí es donde la visión individualista y reduccionista se esforzará por marcar las fronteras de los diferentes grupos discretos que comparten ese espacio. Así como en establecer, sin empatia, discriminaciones positivas implícitas de unos en detrimento de otros durante el uso cotidiano del espacio por razones de afluencia, destreza, volumen, ocupación, aún contraveniendo la regulación existente, ya que existe cierta impunidad por la ausencia de suficiente vigilancia. Lo que, abusando de esa posición de privilegio, les da derecho a exigir preferencias de paso, y hasta adaptaciones del espacio en su favor en perjuicio de otros usos y los valores existentes.
No se aporta nada a la buena gestión tampoco, si además desde el inicio, el espacio natural reconvertido queda marcado y asociado con un tipo de uso preferente, casi siempre del tipo deportivo o de ocio, sin que sea realmente así (error bastante común por ejemplo en las Vías Verdes donde hay un pensamiento bastante generalizado de que se construyen sólo para el uso deportivo ciclista preferentemente, a causa de malas interpretaciones de la prensa, o por algún comentario de un particular sesgado o sacado de contexto).El uso ciclista no empoderado sino compalibilizado con otros usos y respetuoso con la conservación y transmisión de los valores del espacio sí tiene cabida en cualquier modelo de '' puesta en valor'' de espacios naturales, siendo un grupo de actores más cuya implicación se hace más que necesaria.
Por lo tanto, lo más sensato en cualquier programa de gestión o educación ambiental que se desarrolle en estos espacios reconvertidos, es fomentar la integración de usos, afinidades y solapamientos, compatibilizando los aprovechamientos del espacio con respeto mutuo entre todos los actores (usuarios, gestores, educadores, habitantes, empresas, instituciones) y con los valores culturales y naturales, que son los que dan verdadero sentido a la "puesta en valor".
BIBLIOGRAFÍA
Ascensión Barañano, José L. García, María Cátedra y Marie J. Devillard (eds.)(2017). DICCIONARIO DE RELACIONES INTERCULTURALES. DIVERSIDAD Y GLOBALIZACIÓN. Editorial Complutense .
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