Recursos medioambientales

Blog de Santiago Domínguez Martín

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viernes, 25 de enero de 2013

Trufa Negra (Tuber melanosporum)

Nos encontramos en plena campaña de recolección de la trufa negra. La trufa negra (Tuber melanosporum) es el cuerpo fructífero hipógeo comestible de un hongo del género Tuber, familia Tuberaceae, orden Pezizales, clase Ascomycetes, subdivisión Ascomycotina, división Eumycota, y reino Fungi.
Su recolección en medio silvestre se realiza anualmente durante la época invernal, siendo las principales zonas productivas las del área mediterránea (Italia, Francia y España principalmente).
Se trata de un hongo con gran demanda en la alta cocina; esta alta demanda, unida a la escasez de la oferta (principalmente debida a la dificultad en la recolección, la limitación de sus áreas de producción, los impactos negativos en el ecosistema donde se desarrollan así como su estacionalidad), ha hecho que se trate de uno de los productos de origen natural que más alto precio ha alcanzado en el mercado internacional. Su precio es comparable al de algunas variedades de caviar. Por ejemplo en la campaña 2006 el precio medio en España fue 380 €/kg. A final de la temporada en la Lonja de Vic el precio fue 680 €/kg. En la Lonja de Mora fue a fin de temporada 850 €/kg.
Existen varios mercados en España donde se pone en valor este producto: Molina de Aragón (Guadalajara), Mora (Teruel), Vic (Barcelona) y Morella (Castellón). Unas de las localidades que actualmente está acaparando gran parte de la producción nacional son Sarrión (Teruel) y Abejar (Soria). La trufa constituye una oportunidad de desarrollo endógeno para estas zonas rurales, muchas de ellas deprimidas y con problemas de despoblación.
Pero en el mercado existe un problema que podríamos dividir en dos vertientes, y que requeriría un abordaje para impulsar el tan ansiado desarrollo rural. Por un lado nos encontramos con la insostenibilidad del recurso y por otro lado la falta de confianza en el mercado.
Las trufas, en las principales zonas productivas, están sufriendo una tremenda sobreexplotación, lo que hace que el recurso escasee cada vez más, y que se produzca un elevado impacto ecológico en el medio forestal. Muchos de estos impactos se deben en parte a las malas prácticas en la recolección (recolección excesiva, daños en el suelo y micelio) pero también al silencioso deterioro de las masas forestales que albergan a este hongo a causa de la ausencia de tratamientos culturales tradicionales en los bosques, que está probado reducen la posibilidad de aparición. La despoblación del territorio desde mediados del siglo XX y los cambios en los usos del suelo estaría detrás de tal abandono.
Por otro lado está el problema de la escasa confianza en cuanto a la calidad y garantía del producto que existe en el mercado, algo que obviamente preocupa al consumidor. Si el mercado no garantiza una trazabilidad, un seguimiento desde que el producto es recolectado hasta que es puesto en boca del consumidor, la fiabilidad es menor, aumentando la desconfianza y esto puede traducirse en una reducción de la demanda sobre todo en los consumidores con poca experiencia en el sector. Con una garantía en la especificidad, en las buenas prácticas recolectoras, en el envasado o presentación del producto, etc. el consumidor estará seguro de que el producto que llega a sus manos es T. melanosporum de calidad.
Actualmente existe una escasa regulación en el mercado de los hongos silvestres. Desde hace años hay proyectos de enorme interés que abogan por una regulación y una puesta en valor de los productos micológicos. Destacaríamos una sucesión de proyectos que actualmente se materializan en el Proyecto Myasrc (Proyecto de Micología para la Regulación y Comercialización) que plantea, entre otros aspectos, el establecimiento de lonjas micológicas, la implantación de permisos de recolección, etiquetados de productos micológicos de calidad, y un largo etcétera que pueden consultarse en su Web.
Las medidas para la conservación de este recurso natural deben ir encaminadas hacia una correcta gestión de las truferas naturales evitando la recolección abusiva y favoreciendo las actividades que tradicionalmente se han realizado allí, como pastoreo, clareos, etc.
Una de las medidas alternativas para la conservación de estos recursos micológicos en el medio silvestre son las plantaciones productoras de hongos, como la trufa negra. De esta manera la presión sobre las truferas naturales no sería tan elevada. En varias regiones se han llevado a cabo plantaciones en parcelas piloto con planta micorrizada de T. melanosporum, dando resultados satisfactorios en la provincia de Soria.
Las plantaciones de trufa negra podrían por lo tanto ser una solución a los problemas de sobreexplotación y de escasa trazabilidad del recurso, ya que con una plantación controlada los impactos en la recolección son mínimos y el seguimiento del producto desde el origen es fácilmente controlable.  Además el establecimiento de plantaciones en zonas degradadas aumenta el área ocupada por masas forestales ecológicamente equilibradas aunque artificiales. Salvando las distancias, algo muy similar al sistema adehesado del campo salmantino por ejemplo.

La Trufera de Arotz en Abejar (Soria) se trata de la mayor plantación de España

Las plantaciones truferas tienen cierta similitud con los paisajes adehesados.

jueves, 10 de enero de 2013

Incendios en Australia (índice de peligro)

Un año más por estas fechas, coincidiendo con el verano en el hemisferio Sur, surge una oleada de incendios en el Este de Australia. En esta ocasión la virulencia de los incendios están afectando a zonas residenciales de la interfase urbano-forestal, lo que está causando enormes daños personales y materiales.
Debido a este problema frecuente año tras año en Australia tienen desarrollado un sistema de detección del peligro de incendios. Este sistema australiano, por su carácter empírico, se asemeja a los sistemas americano y canadiense. Pero posee una serie de peculiaridades propias debido a las características de los bosques australianos que los diferencian del resto, además de considerar aspectos meteorológicos que otros no tienen en cuenta.
El sistema australiano proporciona como salida un Índice de Peligro. El índice de Peligro está relacionado con la posibilidad de que un incendio comience, su grado de propagación, su intensidad y su dificultad de extinción. La escala del índice de peligro va de 0 a 100 .Un valor del índice de 1 significa que el incendio no comenzará o si lo hace arderá tan lentamente que su control presentará poca dificultad. Un índice de 100 quiere decir que los incendios arderán muy rápido y su control es muy complicado o imposible.
Dicho índice es obtenido a partir de una serie de variables de entrada relacionadas con condiciones meteorológicas y con condiciones estacionales del combustible.
Las variables de entrada para el cálculo de los índices son: la temperatura máxima, precipitación, humedad relativa, velocidad del viento, estabilidad atmosférica, la duración del periodo de sequía y la cantidad de combustible. En todo caso todas las mediciones de entrada del sistema, debido al carácter empírico, deben realizarse entre la una y las cuatro de la tarde. Hasta aquí las similitudes con otros índices existentes es más que evidente. Lo que resulta más interesante dentro del modelo australiano respecto de todos los sistemas empíricos es que el sistema australiano incorpora la situación de estabilidad o inestabilidad atmosférica mediante un análisis a escala sinóptica de la situación dominante en la región. La presencia de borrascas o frentes pueden determinar que las condiciones de viento y sequedad sean determinantes en el peligro de fuego.
Según el sistema australiano la situación de las altas y bajas presiones, y los frentes fríos en los mapas sinópticos determinan a menor escala las condiciones de temperatura, humedad y viento, y por lo tanto el peligro de fuego. Dada la enorme extensión de Australia y a su variedad climática, las situaciones a escala sinóptica funcionan de forma distinta en las diferentes regiones a la hora de definir el peligro. Cada parte del país posee una situación especial que produce condiciones severas de incendios, pero en todos los casos estas condiciones tienen en común la llegada de vientos secos desde la región árida del centro de la isla.  
Otro de los sistemas evaluados por el modelo australiano en los mapas meteorológicos son los frentes fríos. Tienen una especial influencia en la zona del sureste australiano ya que el fuerte gradiente de temperatura en los límites entre una masa cálida y una fría que irrumpe, genera una enorme inestabilidad y vientos fuertes para tratar de neutralizar el gradiente. Hay que tener en cuenta además que tras el paso de un frente el viento vira unos 90 º, lo que significa un efecto importante en la conducta de un fuego que se encuentre activo.
Durante más de 30 años este índice ha sido aceptado por las autoridades australianas y por la oficina meteorológica para determinar el peligro de fuego en zonas rurales. Sus resultados de peligro de fuego han satisfecho las necesidades de conocimiento en tareas preventivas y de extinción tan útiles en la gestión por parte de las autoridades australianas. Todos los días durante la estación de fuego la oficina de Meteorología calcula el máximo peligro de incendio del día, el cual es publicado en los periódicos junto con la información meteorológica, informativos de radio y televisión, y es mostrado en señales de carretera.
Cuando se alcanza el nivel de peligro extremo las autoridades declaran un día de prohibición total de fuego en el cual está totalmente prohibido por ley hacer fuego en campo abierto e incluso pueden suprimirse algunas otras actividades de riesgo.
La oleada de incendios que está teniendo lugar en estos días en Australia se están concentrando en el Este y también en la isla de Tasmania. La estación de fuego en la costa Este australiana se extiende desde primavera hasta la mitad del verano austral. El peligro más alto tiene lugar después de un periodo primaveral e invernal especialmente seco, antes de un periodo de lluvias de final del verano. Condicionantes que están aconteciendo en estas fechas. Por parte de las autoridades australianas es reconocido el hecho de que se trata de un país en el que la precipitación puede llegar a ser muy baja e incluso inapreciable durante muchas épocas de año. Las sequías son un factor muy importante en el clima australiano. Las sequías suelen estar asociadas a un alto riesgo de incendios, particularmente si la sequía viene precedida de un periodo de lluvias. Este es un hecho que también ha sido observado en Galicia donde las estaciones de fuego se sitúan al final de periodos secos posteriores a las lluvias otoñales y primaverales.
Por otra parte, siguiendo con el paralelismo, las condiciones climáticas del Este de Australia son muy parecidas a las mediterráneas del Este de la Península Ibérica. Existen en ambos lugares precedentes que nos pueden ayudar a comprender y a prever situaciones  de riesgo de fuego. Una situación típica de riesgo alto de fuego, tal y como está aconteciendo en estas fechas, es cuando se sitúa una baja presión profunda cerca de Tasmania enviando vientos secos procedentes del Oeste a la costa Este australiana. Esta situación fue la que tuvo lugar como precedente por ejemplo en los incendios del 7 de enero 1994 que tantos daños causaron en Australia. El llamado efecto dipolar (comentado en otra entrada de este blog al hablar de los incendios en levante español)  explica la aparición de incendios en áreas costeras de la Península Ibérica. El efecto dipolar bien podría aplicarse en la costa Este de Australia y obtener los mismos resultados que el análisis sinóptico del sistema australiano de Índice de peligro. En ese episodio de Australia lo que está teniendo lugar es un dipolo O-E muy bien definido, lo que se traduce en riesgo en la costa Este de la isla. Los resultados del Índice de peligro Australiano deben ir en tal sentido.
Teniendo en cuenta que las bajas presiones en el hemisferio Sur giran a favor de las agujas del reloj, a día 9 de enero las bajas presiones relativas situadas en el centro de Australia aun aportaban masas de aire secas a la costa Este; situación que se promete aún más grave en los días posteriores al mantenerse la componente Noroeste agravando la ola de calor los días 10 y 11 de enero. Habrá que esperar acontecimientos pero todo indica que los medios disponibles tendrán difícil la tarea de extinguirlos en su totalidad en las próximas 48 horas, prolongándose la oleada hasta el fin de semana del 12 y 13 de enero.
Una característica positiva de la lucha contra el fuego en Australia es que la mayoría de los brigadistas son voluntarios de comunidades rurales o empleados de grandes agencias, y una adecuada información sobre el peligro de incendio facilita la planificación de las actividades de unos y otros. Sólo cuando se requieran muchos medios en días de verano serán solicitados al completo. Esto evita problemas de causalidad de incendios por intereses laborales de los brigadistas.
A pesar de la eficacia de los medios, en una situación de peligro de incendio extremo como la que tenemos ahora, los fuegos aparecen muy fácilmente a partir de cualquier fuente de ignición y se propagan rápidamente siendo imposible extinguirlos a menos que se ataquen en sus momentos iniciales. Una vez iniciados no se podrán extinguir hasta que las condiciones atmosféricas no lo permitan. Algo dramático sobre todo cuando zonas residenciales se ven afectadas.





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